Compartiendo experiencias
No hay nada más fructífero para la evolución y el
crecimiento personal que el compartir experiencias e información. Con este
artículo intentaremos que estéis dentro de la piel de un escultor, el tiempo
que dura la lectura.
Usaremos una pieza muy especial dentro del grupo πkPdra, especial no por su diseño tan acertado, ni por su realización que fue muy gratificante y sin ningún contratiempo. Especial por todo el proceso que hubo antes de su creación, todo un embarazo lleno de experiencias estimulantes y nuevas para los diseñadores, que culminó en una obra que superó toda expectativa de sus creadores y encantó a todas las partes involucradas. La pieza, en cuestión, es un homenaje a la mujer de Badia del Vallès.
Algunas de las opciones eran elaborar una escultura que representara a una mujer, características generales de este sexo, algo femenino… Pero, como siempre, la intención era conseguir algo especial, lo importante no era el autor sino las homenajeadas. Y así, con este planteamiento, se tramó un proceso para acercarnos al máximo al objetivo, representar a mujeres reales, no un estereotipo, mujeres de carne y hueso con unos sentimientos y unas vidas arraigadas a ciutat Badia.
Conociendo a la mujer de Badia
Se concretaron unas jornadas donde se realizaron mesas
redondas en las que ellas nos explicaban sus vidas, el pasado de la ciudad
desde sus ojos, sus inquietudes, y nosotros hacíamos preguntas sobre todos los
temas que iban surgiendo. Asistieron mujeres de distintas generaciones, pero la
mayoría era mujeres adultas de más de 60 años, en un principio por su supuesta libertad horaria, pero nada
más lejos de la realidad.
Estas mujeres que habían levantado una ciudad recién
nacida, seguían con una vida llena de tareas y actividades, las cuales hacían
con una ilusión y una vitalidad nunca vista por nosotros y mucho menos en gente
de su edad.
Reunión tras reunión, seguíamos disfrutando de las
experiencias de esas grandísimas personas, y no tardó mucho en desaparecer
nuestro papel de entrevistadores, convirtiéndonos en alumnos delante de unas
clases magistrales sobre la vida; ya no habían preguntas, simplemente
intentábamos tomar nota de todo lo que aquellas mujeres estaban transmitiéndonos,
unas vivencias increíbles expuestas con una naturalidad y sencillez asombrosas.
Todas estas horas tan fantásticas giraban entorno a un
título en forma de pregunta ¿Cómo veis a
la mujer de Badia? Respondieron con adjetivos como: activa, luchadora, con
espíritu joven, participativa, comprometida con el entorno familiar, orgullosa
de vivir en Badia y con ganas de que cada día sea un sitio mejor para ella y
para los suyos.
Estos adjetivos, que encajaban en muchas descripciones y que
no servirían para sorprender a mucha gente, tomaban otra dimensión y quedaban
cortos al aplicarlos a todas las experiencias que se nos revelaron.
Los inicios de Badia fueron una buena oportunidad para
familias trabajadoras, la mayoría inmigrantes españoles que llegaron para
empezar una nueva vida, gracias a los edificios con viviendas a buen precio y situados
cerca del área metropolitana de Barcelona y las industrias de alrededores. Sus
vidas empezaban de nuevo en una ciudad que acababa de nacer y que crecería
junto a ellos como una más de la familia.
Vivían en edificios muy decentes, con mucha luz y espacios verdes, pero
sin ayuntamiento propio, sin escuelas, sin comercios, sin centro sanitario…
Familias con ganas de vivir más dignamente entre grandes poblaciones y sin
servicios públicos.
Y así transmitían su sentimiento hacia su ciudad, Badia
formaba parte de ellas y la vieron crecer, cuidándola y protegiéndola, como si
de un hijo se tratara. Mientras sus maridos trabajaban fuera de casa para
conseguir pagar las facturas, ellas luchaban para que su ciudad fuera cada día
mejor. Y con esa ilusión nos explicaban como tuvieron que organizarse para
poder cuidar y criar a sus hijos, ocuparse de la casa y, a la vez, manifestarse
reivindicando todos los derechos de los que se les estaba privando. Entre risas
se describían en la calle con pancartas en una mano y los hijos en la otra, haciendo
turnos para cuidar a los niños mientras otro grupo se reunía con instituciones,
ayudándose unas a otras para poder conseguir lo que veían justo para los suyos.
Pero lo mejor era que lo habían conseguido, tenían colegio,
mercado, centro cívico…Badia era una ciudad gracias a su esfuerzo. Todo ello
habiendo criado a los hijos, amado al marido, cuidando de la casa y, sobre todo,
sin haber perdido la ilusión, alegría y fuerza después de esos años tan duros.
Por eso, a día de hoy, estas mujeres siguen organizándose para cuidar a los
nietos (grupo de crianza), participan y crean actividades lúdicas como el
teatro, la coral, el grupo sardanista, cursos… Y siguen dando ejemplo dirigiendo
un voluntariado que se ocupa de la integración de la nueva gente que llega a
Badia, compartiendo culturas con los inmigrantes de otros países y ayudando a
familias necesitadas. Después de más de 40 años, estas mujeres siguen siendo
una referencia en la ciudad.
Ahora pueden hacerse una pequeña idea de lo gratificante que
fue diseñar una obra que rindiera homenaje a unas mujeres que a su vez
representaban la ilusión por vivir.
Después de esas intensas jornadas, decidimos hacer tres diseños para asegurarnos que la escultura se acercara lo máximo posible a su objetivo, las homenajeadas escogerían por votación el diseño que más les gustara.
Una vez elegido el diseño procedimos
a la elaboración y pre montaje de la escultura que se compuso de dos cuerpos,
usando una piedra distinta para cada uno de ellos. El pie, a tono verdiazulado,
representando la hierba. La mujer cubriendo la ciudad, en tono rojizo,
simbolizando la fuerza y la pasión con la que las homenajeadas disfrutan de la
vida.
La última parte del proceso de unificación entre homenaje y homenajeadas fue, después de la instalación, el momento de inauguración de la escultura. En el acto, las homenajeadas tallaron a mano la palabra mujer en diversos idiomas y en distintas piedras, que se colocaron en el jardín que remataba la instalación de la escultura.
Sin duda, fueron unos meses muy intensos y gratificantes que
culminaron en un acto distendido, alegre y positivo por todas las partes.
Gracias a todas las mujeres de Badia que participaron en la elaboración de esta pieza tan especial, donde el autor tuvo el gusto de pasar desapercibido.
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